La pintura al pastel, tal y como la conceptuamos hoy, o sea, como uno de los muchos procedimientos pictóricos aptos para la expresión artística a través del color, aparece en la Historia del Arte en fecha relativamente reciente.
El pastel, en efecto, empieza a ser considerado como medio capaz de ofrecer todos los recursos de la <<gran pintura>> hacia el año 1720, más o nenos. Sin embargo, la eclosión del pastel en la Historia del Arte no es el fruto de una casualidad ni de un golpe de genialidad. La naturaleza del pastel, físicamente similar a otros medios propios del dibujo, halló donde apoyarse y encontró su camino, cuando los artistas empezaron a ver en el dibujo y sus tecnicas no sólo un medio previo a la pintura, sino una posibilidad de expresión con entidad propia.
Esta valoración del dibujo empieza a producirse durante el Renacimiento, cuando los artistas del siglo XV redescubren la cultura grecorromana con toda su carga humanística, que lleva a una nueva contemplación de la naturaleza y del hombre. Es durante el Renacimiento que el cuerpo humano empieza a ser anatómicamente conocido a través de estudios que necesitan el apoyo gráfico del dibujo, como también lo reclama el progresivo despegue de las formas compositivas del gótico, en busca de soluciones capaces de ofrecer todas sus posibilidades expresivas y dinámicas.
A partir del siglo XVI, durante el llamado cinquecento, el dibujo se convierte en una <<asignatura>> obligada para todos los artistas, que lo practican al límite de las posibilidades que les ofrecen los materiales entonces conocidos (tintas, plomo, carboncillo, sanguina, yeso…) y la utilización conjunta de dos o tres de ellos. Es en los dibujos de Leonardo da Vinci, Andrea del Sarto, Rafael y Miguel Ángel, entre otros, donde podemos hallar, por vez primera, calidades cercanas a las que puede proporcionar el pastel cuando es utilizado como medio expresivo para el dibujo. En este aspecto, es ejemplar un estudio del gran Miguel Ángel que representa una Madonna con el niño, realizado hacia 1512.
Conceptualmente, aunque con materiales algo distintos, los grandes representante de la pintura del cinquecento pueden ser considerados los pioneros de una técnica similar a la del pastel. Esta forma de dibujar se prolonga en el tiempo e invade el período barroco, cuya <<frontera>> con el Renacimiento es muy confusa. En realidad, Rafael y Miguel Ángel, por citar los más conocidos, y todos los grandes del último cuarto del siglo XVI, estaban ya bastante cerca de la estética del barroco. No es por casualidad que el arte italiano del último tercio del siglo XVI se incline por la gran maniera (la gran manera de pintar) y haga de ello un movimiento artístico que conocemos con el nombre de manierismo.
