© 2012 admin ref.  0049  Tres hermanos gitanos  Pastel  69 X 48  año  1978

El rococó, nace el pastel


El manierismo representa la antesala del período barroco, que cubre la Historia del Arte comprendida entre el Renacimiento y el neoclasicismo, aproximadamente de 1600 a 1750.

El barroco se caracteriza por una verdadera apoteosis de la fantasía, alcanzada a partir de la admiración que despertaban los grandes pintores del siglo XVI y del interés aún vigente por el estudio de la antigüedad clásica.

Las tendencias barrocas se extendieron por Europa y en la últimas décadas del período (1720-1750), en Francia y en los países germánicos se manifiestan con unas características muy especiales, conocidas como <<estilo rococó>>.

Fue en este período de exaltación de lo decorativo cuando el pastel hace su entrada en la Historia del Arte. Y debe decirse que se trata de una entrada con todos los honores, de la mano de la pintora veneciana Rosalba Carriera, pintora de la elegancia no exenta de la frivolidad prototípica de las sociedades europeas del momento. La Carriera es conocida, sobre todo, por sus magníficos retratos al pastel, pero también destacó como miniaturista y como pintora de demivierges.

Rosalba Carriera (1674-1757) tuvo mucho éxito trabajando en Francia durante la regencia de Luis XV. En Dresde se conservan ciento cincuenta de sus obras al pastel.

Conteporáneo de la Carriera fue Quentinde la Tour (1704-1788), el más famoso retratista de la época, que reflejó toda la frivolidad de sus conciudadanos (con sus sedas y rasos muy recocós), que a través de sus retratos nos miran sonrientes, como si necesitasen comunicarse con sus espectadores.

En París la pintura al pastel llegó a ser una verdadera fiebre. Se calcula que hacia 1780, los pastelistas que trabajaban en la ciudad del Sena sobrepasaban los dos mil quinientos. La sutileza del pastel se acoplaba perfectamente con el temperamento galo para <<retratar>> (nunca mejor dicho) las características de una época reflejadas en sus más conspicuas personalidades.

Todos los que <<sentimos>> el pastel deberiamos estudiar la obra de Rosaba Carriera, de Quentin de la Tour y la de su contemporéneo Perronneau. Estos maestros nos demuestran que el pastel es una técnica que puede satisfacer todas las exigencias de un buen pintor. En este período de la historia es casi un deber citar a Jean-Antoine Watteau (1684-1721). Gran admirador de Rubens, Watteau fue el pintor de las fêtes galantes. A través de su extensa obra pictórica y de sus magníficas sanguinas de factura sorprendentemente <<moderna>>, se adivina un talante especial, un fugaz y melancólico sentido de la transitoriedad de los placeres de la vida. Otros artistas, contemporáneos de Watteau, fueron Boucher y Fragonard. Todos ellos nos han dejado un gran número de excelentes obras, que son testigos de un tiempo en el que el lujo y la ornamentación tuvieron una gran importancia.

Ya hemos dicho que Quentin de la Toour fue el más famoso pastelista francés del siglo XVIII, el pintor que más profundizó en los recursos técnicos propios del medio. Nació en Saint Quentin y fue a París de joven; tras unos viajes a Londres y otras ciudades

y otras ciudades, se stableció en París, donde permaneció sesenta años (1724-1784). No tardó en descubrir la moda de los retratos al pastel iniciada por Rosalba Carriera en 1719-1720 y no dudó en consagrar a esta moda el resto de su vida. Sus retratos se caracterizaban por la extrema airosidad de su factura, que en ocasiones rayaba en la bulgaridad, y por la habilidad con que captaba el carácter de sus modelos. A una edad muy avanzada, De la Tour se apasionó por la política y se retiró a Saint Quentin, donde se encuentra actualmente la mejor y más importante colección de sus obras: incluye muchos estudios y bocetos, que son a veces superiores a sus retratos acabados.

De la Tour superó a todos los retratistas contemporáneos, no sólo por su habilidad pasmosa y su perfección, sino por su voluntad de captar lo característico de la psicología del siglo a través de los más diversos personajes: D’ Alembert, Rousseau, Mauricio de Sajonia o Madame Pompadour, entre otros.

Este período central del siglo XVIII fue pródigo en buenos retratistas. En España, Vicente López y portaña (1772-185o) fue un excelente pastelista y retratista, por lo que mereció ser nombrado primer pintor de cámara de fernando VII (1815). También alcanzaron la fama, junto a los nombres de De la Tour. Perronneau y Portaña, artistas como Jacques André Aved (1702-1766), íntimo amigo de Jean-Baptiste Siméon Chardin (1699-1779), y François-Hubert Drovais (1727-1775), de estilo algo almibarado, Discípulo de François Boucher y especializado en el retrato infantil. Perronneau fue el único rival de De la Tour; viajó por toda Europa y murió en Amsterdam. Una muestra del encanto que reúnen sus obras es la famosa niña con un gato.



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