Mención aparte debe de hacerse de las escenas de la vida doméstica, en las cuales sobresalieron Berthe Morisot, Marie Bracquemond y Mary Cassatt. Al ser mujeres, no podían ser admitidas en la École des Beaux-Arts; además, eran víctimas de los prejuicios contra su sexo, que consideraban deshoroso pintar al aire libre o en las calles, como sus colegas masculinos. Por este motivo estaban casi obligladas a ambientar sus pinturas entre las paredes domésticas y nos mostraron la vida privada de las burguesas parisinas: las vemos cuando se levantan de la cama y se dedican al aseo matutino; las sorprendemos empeñadas en las tareas hogareñas, cuando toman el té con sus amigas o pasan el tiempo leyendo; por último, las admiramos con sus lujosos vestidos de noche, cuando se preparan para ir al teatro o a un baile. No solo ellas, sino gran parte de los pintores impresionistas dedicaron sus obras a las escenas de la vida moderna, captadas con naturalidad y un realismo inmediato: es suficiente recordar, entre los numerosos ejemplos, los interiores de café de Manet oDegas; las fiestas campestres en la Grenouillère, representadas por Monet y Renoir; los remeros de Caillebotte y los jugadores de cartas de Cézanne.
Un tema pictórico particular relativo a la figura humana es el desnudo. La historia del impresionismo empezó con dos célebres desnudos de Manet, La merienda campestre y Olimpia, que tanto escándalo suscitaron, y puede decirse que acabó, a principios de siglo, con Las grandes bañistas de Cézanne, en la que inspiraron no pocos artistas del siglo XX. También Degas abordó a menudo el tema, cuando realizó la serie de mujeres que toman un baño, e igualmente Renoir, con sus numerosas bañistas. Este último es la clara demostración de cómo los impresionistas retomaron algunos asuntos de la pintuta antigua, y al mismo tiempo, fueron capaces de renovarlos e interpretarlos en clave personal. Sus mujeres, de formas plenas y lozanas, remiten, en efecto, a los modelos de Tiziano y de Rubens y a su vez servirán de modelo a Matisse y Picasso.
En general, los desnudos de los impresionistas expresaban una visión serena, tranquilizadora y optimista, casi maternal, sin las turbaciones maliciosas de la pintura del siglo XVIII o las angustiantes ambigüedades de gran parte del arte contemporáneo. Sus modelos daban la impresión de ofrecer sus cuerpos a la vista de los espectadores con un impulso gozoso, sin cálculos ni inhibiciones: se dejaban admirar, casi inconscientes de su belleza. Son mujeres solares, sin otra preocupación que la de llenar e iluminar el espacio de la pintura con su fresca y desbordante vitalidad.