El lenguaje de los impresionistas es claro y facílmente comprensible y este es uno de los motivos de su vasto y duradero éxito. En un primer momento los críticos malinterpretaron su sencillez y la escarnecieron, porque pensaban que era fruto de una carencia de ideas y de valores. Pero, con el paso del tiempo, revisaron sus juicios y se dieron cuenta de la riqueza de contenidos de sus pinturas.
El arte de los impresionistas puede leerse como un himno a la alegría de vivir una existencia plena de amor y amistad, en la que incluso los acontecimientos más comunes de la vida cotidiana y los objetos aparentemente más banales pueden tener su fascinación y su poesía.
El emblema de esta visión del mundo es el -Baile en el Moulin de la Galette- de Renoir, que representa a un grupo de jóvenes amigos pasando unas horas agradables y despreocupadas, bailando y charlando en compañía.
Por desgracia, la vida no es siempre así y el suicidio de Van Gogh o las dolorosas peregrinaciones de Gauguin son un doloroso ejemlpo de ello; sin embargo, sus cuadros no dejan de emocionar y encarnan, hoy como ayer, el deseo de felicidad, eterno y presente en cualquier hombre.