Exposición de Joan Martí en el Salón Náutico de Barcelona, con la presencia del Rey Juan Carlos I y autoridades de la ciudad. - tres de diciembre de 1991.
El Rey es un gran deportista, y es el mar el deporte que concentra su mayor atención. De pie en el puente de mando, se siente reconfortado en una soledad que, como decía el poeta del Mediterráneo alicantino, Miguel Hernández, le lleva “de su corazón a sus asuntos” nutriéndole así de su propio ser, a la par que lo encaja en la comunicación con los espacios grandiosos, que si empequeñecen al hombre también le muestran las enormes posibilidades de sus esfuerzos.
Y EN EL MAR; A MENUDO las regatas. En la competición el Rey se encuentra vinculado a dos corrientes de envergadura, que en la realidad de las aguas simbolizan también factores de desarrollo social. Corrientes generosas ambas, una ligada al noble deseo de victoria, tan cantado por otro poeta de un lejano litoral también mediterráneo. Píndaro. Una corona de laurel, el bienestar de una nación, surgen de la vibrante tarea de forzar constructivamente los límites. Otra razón radica en el compañerismo como esencia y como práctica: la nave zozobraría si no se consiguiera la hermandad en la acción. Como lo haría el Estado si el ciudadano no encontrara en la Corona un territorio común y cordial.
El proyecto de captar a través de la pintura el don Juan Carlos navegante tenía que ser por fuerza interesante. La cámara fotográfica ha multiplicado las imágenes del Rey en el mar. Pero el arte, al poder sobrepasar a la fotografía en su absorción en profundidad y en atmósfera, tenía que darnos claves, fugas, rotundidades, que contribuyeran mucho a recrear la vera personalidad del Monarca.
Ha sido así gracias al lápiz y el pincel de Joan Martí, que expone ahora el fruto de su observación directa en Mallorca, el pasado verano, de lo que suelen ser los días que el Rey entrega al mar.
Joan Martí posee dos acusadas características: la sutileza de su trazo, que le permite acercarse a cualquier persona o escena como si lo hiciera con un bisturí, y la brillante manifestación de su colorido, aliento de vitalidad. En estas obras, sean carbones u óleos, aparecen ambas con una gracia y un frescor especiales. El Rey brota en los cuadros tan pronto reflexivo en su sólida personalidad, retratos prodigiosamente veraces, como energéticamente envuelto en la maniobra del barco, variadas escenas de sugerente riesgo deportivo. Un don Juan Carlos sonriente, un don Juan Carlos tenso, un don Juan Carlos absorto, un don Juan Carlos amical. Josep Pla escribió que Joan Martí practicaba “un realismo práctico, casi mágico, extremadamente inteligente y agradable”. Sin duda.
EL REY EN EL MEDITERRÁNEO: este podría ser el título de la exposición. Felizmente, cada acto del rey repercute en la sociedad entera, en sus determinantes. Acompañar la aventura mediterránea de don Juan Carlos a través del arte puede constituir, también, una dilatada navegación.
Magazine la Vanguardia
Texto Baltasar Porcel