© 2012 admin ref.  0071  Familia gitana  Oleo  160 X 130

Arte y Artistas, por: Ricardo Fernández de la Reguera

Es muy posible que en la producción pictórica de Joan Martí -como en la literaria del autor de estas líneas- pueda rastrearse la influencia de sus ilustres antecesores, pero ¿qué importa eso? Joan Martí ha declarado: “No me preocupan las influencias”.

Naturamente que no le preocupan, porque el artista plástico intenta -lo mismo que el escritor- reflejar en su quehacer la propia personalidad y Joan Martí lo ha conseguido con pasmosa maestría.

Yo, que he tenido la fortuna de que me retratara Joan Martí, soy uno más de los muchos que pueden testificar sobre sus portentosas facultades en este aspecto de la creación pictórica. A mi me llenó de asombro la insólita facilidad, la seguridad del trazo, la rapidez, la fidelidad al modelo de tan excepcional retratista. Aún no había trancurrido media hora desde que Joan Martí empezó el dibujo, cuando sin borrar ni corregir una sola línea, me enseñó el retrato ya concluido, dejándome sencillamente estupefacto.

Creo con absoluta sinceridad que en esta difícil faceta artística, que algunos pintores -y hasta de los afamados rehúyen con cautelosa prevención, Joan Martí figura entre los más destacados y se halla a la altura de los grandes de otros tiempos. Para acreditarlo, ahí están los numerosos y magníficos retratos de familiares, el de Josep Pla, tan henchido de sugerencias, su “Record a Ramón Casas” y tantos otros.

“La figura me gusta pintarla dentro de su ambiente, en su atmósfera o realidad”.

En efecto, ya sea en la pobretona escenografía de sus asombrosos gitanos, que hicieron recordar a Nonell por la maestría y la complacencia en pintar gentes humildes; ya se trate de un acontecimiento de índole político como la “Diada de l’Onze de Septembre”; ya en sus admirables visiones urbanas multitudinarias de tan compleja y difícil captación como el “Mercat del Ram” y el “Rallye de Sitges”; ya en una clase de arte en la “National Gallery”, con el encantador descuido infantil de unos chiquillos; en una reunión amistosa, en la entrañable intimidad hogareña y, en definitiva, por doquier, Joan Martí consigue reflejar a la perfección no solamente una atmósfera determinada, sinó que su consumado arte la satura de una seducción singular, rebosante de misteriosas sugerencias.



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